Ser pobre de confianza no es fácil en este mercado de pobres cada vez más competitivo: su número crece exponencialmente, por lo que la oferta aumenta día tras día. No es fácil pero resulta vital; se trata de convencer a los transeuntes para que acepten "financiar" la deuda del pobre que sale a las plazas de los mercados –o a cualquier calle transitada–, y para ello no queda más remedio que generarles la suficiente confianza y que amoquinen convencidos de que su "inversión" en el pobre que tienen delante, y abajo –el que pide suele estar ahí abajo–, ha sido la más acertada.
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