sábado, 4 de julio de 2015

GRECIA Y DOS PREMIOS NÓBEL: KRUGMAN Y STIGLITZ

(¡ILUSTRACIÓN DE UNA ENTRADA DEL 29 DE ENERO DE 2010!)
Krugman sobre Grecia.
Es evidente, desde hace tiempo, que la creación del euro fue un terrible error. Europa nunca tuvo las condiciones previas para una moneda única de éxito, por encima de todo, el tipo de unión fiscal y bancaria que, por ejemplo, asegura que cuando la burbuja inmobiliaria estalla en Florida, Washington protege automáticamente a la tercera edad de cualquier amenaza sobre su atención sanitaria o sobre sus depósitos bancarios.
Pero la situación en Grecia ha alcanzado lo que parece ser un punto de no retorno. Los bancos están cerrados temporalmente y el Gobierno ha impuesto controles de capital (límites al movimiento de fondos al extranjero). Parece altamente probable que el Ejecutivo pronto tendrá que empezar a pagar las pensiones y los salarios en papel, lo que, en la práctica, crearía una moneda paralela. Y la semana que viene el país va a celebrar un referéndum sobre la conveniencia de aceptar las exigencias de la troika —las instituciones que representan los intereses de los acreedores— de redoblar, aún más, la austeridad. 
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Grecia debe votar "no", y su Gobierno debe estar listo para, si es necesario, abandonar el euro.

Para entender por qué digo esto, debemos primero ser conscientes de que la mayoría de cosas —no todas, pero sí la mayoría— que hemos oído sobre el despilfarro y la irresponsabilidad griega son falsas. Sí, el gobierno griego estaba gastando más allá de sus posibilidades a finales de la década de los 2000. Pero, desde entonces ha recortado repetidamente el gasto público y ha aumentado la recaudación fiscal. El empleo público ha caído más de un 25 por ciento, y las pensiones (que eran, ciertamente, demasiado generosas) se han reducido drásticamente. Todas las medidas han sido, en suma, más que suficientes para eliminar el déficit original y convertirlo en un amplio superávit.
Lo que hemos oído sobre el despilfarro y la irresponsabilidad griega es falso
¿Por qué no ha ocurrido esto? Porque la economía griega se ha desplomado, en gran parte, como consecuencia directa de estas importantes medidas de austeridad, que han hundido la recaudación.
Y este colapso, a su vez, tuvo mucho que ver con el euro, que atrapó a la economía griega en una camisa de fuerza. Por lo general, los casos de éxito de las políticas austeridad —aquellos en los que los países logran frenar su déficit fiscal sin caer en la depresión—, llevan aparejadas importantes devaluaciones monetarias que hacen que sus exportaciones sean más competitivas. Esto es lo que ocurrió, por ejemplo, en Canadá en la década de los noventa, y más recientemente en Islandia. Pero Grecia, sin divisa propia, no tenía esa opción.
¿Quiero decir con esto que sería conveniente el Grexit —la salida de Grecia del euro—? No necesariamente. El problema del Grexit ha sido siempre el riesgo de caos financiero, de un sistema bancario bloqueado por las retiradas presa del pánico y de un sector privado obstaculizado tanto por los problemas bancarios como por la incertidumbre sobre el estatus legal de las deudas. Es por eso que los sucesivos gobiernos griegos se han adherido a las exigencias de austeridad, y por lo que incluso Syriza , la coalición de izquierda en el poder, estaba dispuesta a aceptar una austeridad que ya había sido impuesta. Lo único que pedía era evitar una dosis mayor de austeridad.
Pero la troika ha rechazado esta opción. Es fácil perderse en los detalles, pero ahora el punto clave es que los acreedores han ofrecido a Grecia un "tómalo o déjalo", una oferta indistinguible de las políticas de los últimos cinco años.
Esta oferta estaba y está destinada a ser rechazada por el primer ministro griego, Alexis Tsipras: no puede aceptarla porque supondría la destrucción de su razón política de ser. Por tanto, su objetivo debe ser llevarle a abandonar su cargo, algo que probablemente sucederá si los votantes griegos temen tanto la confrontación con la troika como para votar sí la semana que viene.
Es hora de poner fin a este inimaginable. De lo contrario Grecia se enfrentará a la austeridad infinita
Pero no deben hacerlo por tres razones. En primer lugar, ahora sabemos que la austeridad cada vez más dura es un callejón sin salida: tras cinco años, Grecia está en peor situación que nunca. En segundo lugar, prácticamente todo el caos temido sobre Grexit ya ha sucedido. Con los bancos cerrados y los controles de capital impuestos, no hay mucho más daño que hacer.
Por último, la adhesión al ultimátum de la troika conllevaría el abandono definitivo de cualquier pretensión de independencia de Grecia. No nos dejemos engañar por aquellos que afirman que los funcionarios de la troika son sólo técnicos que explican a los griegos ignorantes lo que debe hacerse. Estos supuestos tecnócratas son, en realidad, fantaseadores que han hecho caso omiso de todos los principios de la macroeconomía, y que se han equivocado en cada paso dado. No es una cuestión de análisis; es una cuestión de poder: el poder de los acreedores para tirar del enchufe de la economía griega, que persistirá mientras salida del euro se considere impensable.
Así que es hora de poner fin a este inimaginable. De lo contrario Grecia se enfrentará a la austeridad infinita y a una depresión de la que no hay pistas sobre su final.
Paul Krugman recibió el premio Nobel de Economía en 2008.
© The New York Times Company, 2015.


Stiglitz sobre Grecia.
Las rencillas actuales en Europa pueden parecer el desenlace inevitable del amargo enfrentamiento entre Grecia y sus acreedores. En realidad, los dirigentes europeos están empezando a mostrar verdaderamente por qué se pelean: por el poder y la democracia, mucho más que por el dinero y la economía. Los resultados económicos del programa que la troika impuso a Grecia hace cinco años han sido terribles, con un descenso del 25% del PIB nacional. La tasa de desempleo juvenil alcanza ya el 60%. No se me ocurre ninguna otra depresión en la historia que haya sido tan deliberada y haya tenido consecuencias tan catastróficas.
Sorprende que la troika se niegue a asumir la responsabilidad de todo eso y no reconozca que sus previsiones y modelos estaban equivocados. Pero todavía sorprende ver más que los líderes europeos no han aprendido nada. La troika sigue exigiendo a Grecia que alcance un superávit presupuestario primario del 3,5% del PIB en 2018. Economistas de todo el mundo han dicho que ese objetivo es punitivo, porque los esfuerzos para lograrlo producirán sin remedio una crisis aún más profunda. Es más, aunque se reestructure la deuda griega hasta extremos inimaginables, el país seguirá sumido en la depresión si sus ciudadanos votan a favor de las propuestas de la troika en el referéndum convocado para este fin de semana.
En la tarea de transformar un déficit primario inmenso en un superávit, pocos países han conseguido tanto como Grecia en estos últimos cinco años. Y aunque los sacrificios han sido inmensos, la última oferta del Gobierno era un gran paso hacia el cumplimiento de las demandas de los acreedores. Hay que aclarar que casi nada de la enorme cantidad de dinero prestada a Grecia ha ido a parar allí. Ha servido para pagar a los acreedores privados, incluidos los bancos alemanes y franceses. Grecia no ha recibido más que una miseria, y se ha sacrificado para proteger los sistemas bancarios de esos países. El FMI y los demás acreedores no necesitan el dinero que reclaman. En circunstancias normales, lo más probable es que volvieran a prestar ese dinero recibido a Grecia.
Pero repito que lo importante no es el dinero, sino obligar a Grecia a ceder y aceptar lo inaceptable: no solo las medidas de austeridad, sino otras políticas regresivas y punitivas. ¿Por qué hace eso Europa? ¿Por qué los líderes de la UE se oponen al referéndum y se niegan a prorrogar unos días el plazo para que Grecia pague al FMI? ¿Acaso la base de Europa no es la democracia?
En enero, los griegos eligieron un Gobierno que se compremetió a terminar con la austeridad. Si Tsipras se limitara a cumplir sus promesas, ya habría rechazado la propuesta. Pero quería dar a los griegos la posibilidad de opinar sobre una cuestión tan crucial para el futuro bienestar del país. Esa preocupación por la legitimidad popular es incompatible con la política de la eurozona, que nunca ha sido un proyecto muy democrático. Los Gobiernos miembros no pidieron permiso a sus ciudadanos para entregar su soberanía monetaria al BCE; solo lo hizo Suecia, y los suecos dijeron no. Comprendieron que, si la política monetaria estaba en manos de un banco central obsesionado con la inflación, el desempleo aumentaría.
Esa preocupación por la legitimidad popular es incompatible con la política de la eurozona, que nunca ha sido un proyecto muy democrático
Lo que estamos presenciando ahora es la antítesis de la democracia. Muchos dirigentes europeos desean que caiga el gabinete de izquierdas de Alexis Tsipras, porque resulta muy incómodo que en Grecia haya un Gobierno contrario a las políticas que han contribuido al aumento de las desigualdades en los países avanzados y decidido a controlar el poder de la riqueza. Y creen que pueden acabar con él obligándole a aceptar un acuerdo contradictorio con su mandato.
Es difícil aconsejar a los griegos qué votar. Ninguna alternativa será fácil, y ambas son arriesgadas. Un  significaría una depresión casi interminable. Quizá un país agotado y empobrecido pueda obtener, por fin, el perdón de la deuda; quizá entonces pueda recibir ayuda del Banco Mundial, en esta década o la siguiente. En cambio, el nopodría permitir que Grecia, con su sólida tradición democrática, se haga cargo de su destino. Entonces los griegos podrían tener la oportunidad de construir un futuro, aunque no tan próspero como el pasado, sí mucho más esperanzador que el inadmisible tormento actual.
Yo sé lo que yo votaría.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía, es profesor universitario en la Universidad de Columbia.
© Project Syndicate
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
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"LAUDATO SÍ"... ¡AHORA SÍ! UN PAPA PROFETA.

Con un lenguaje claro, ameno, cercano, realiza un análisis de las causas y consecuencias de los grandes problemas medioambientales, denunciando a los responsables y proponiendo caminos para superar este enorme y decisivo reto. Los dos primeros número resumen perfectamente de qué va el resto de la encíclica:
“Laudato Sí’, mi’ Signore” – «Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba ». (LS, 1)
Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura. (LS, 2)
Tras “reconocer la grandeza, la urgencia y la hermosura del desafío que se nos presenta” y que las líneas de acción “involucran tanto a cada uno de nosotros como a la política internacional” (LS, 15), el papa Francisco propone como ejes transversales: “la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida.” (LS, 16)
Destaca a la EDUCACIÓN como una herramienta imprescindible para que la humanidad “cambie de rumbo” y para desarrollar ”la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos” (LS, 202) Es necesario un cambio en el estilo de vida que llegue a “ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social” (LS, 205), y esto se hace fundamentalmente cambiando nuestros hábitos de consumo, lo que resulta muy difícil, sobre todo para los jóvenes que, a pesar de tener mayor sensibilidad ecológica y un espíritu generoso, “han crecido en un contexto de altísimo consumo y bienestar que le vuelve difícil el desarrollo de otros hábitos”. Por eso, sigue diciendo el papa, “estamos ante un DESAFÍO EDUCATIVO”. (LS, 209)
 

OTRO ANÁLISIS INTERESANTE DE VARIAS ONGS CRISTIANAS, aquí.
Para leer y descargar la encíclica completa: aquí.

jueves, 2 de julio de 2015

LA CUESTIÓN GRIEGA Y EL EVANGELIO

J. I. González Faus. [La Vanguardia]

Cada vez parece más seguro que el Padrenuestro no reza “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido”: ¡como si nosotros fuéramos a darle a Dios lecciones de perdón! En arameo, la misma palabra significa a la vez “culpa” y “deuda monetaria”.  Jesús vivió en un mundo agobiado por las deudas y, probablemente, quiso decir: “perdona nuestros pecados, que también nosotros vamos a perdonar a nuestros deudores económicos”. Así lo mantiene la traducción catalana: “perdoneu les nostres culpes així com nosaltres perdonem els nostres deutors”.

Refuerza esa opinión otra parábola que narra Mateo: un deudor a quien se perdona una deuda inmensa (símbolo de nuestra culpa ante Dios), es luego incapaz de perdonar a quien le debe sólo unos pocos dineros: sugiriendo que nuestros créditos económicos son una nonada ante lo que nosotros debemos a Dios.
Si las cosas son así, podemos mirar nuestra historia de manera más cristiana. En 1953, Alemania, derrotada en la guerra, se hallaba en grave crisis con una deuda que no podía pagar (38.000 millones de marcos de la época) y amenazada de bancarrota. Los principales acreedores (USA, UK, Francia, Grecia, España e Italia…), en vez de proclamar “que cada cual pague lo que debe”, firmaron el Acuerdo de Londres, que concedía una quita del 62% de la deuda y un calendario de pagos para el resto. Gracias a eso y al plan Marshall, Alemania se rehízo y consiguió el “milagro alemán” (que era también milagro de sus acreedores). Cuesta comprender que hoy, el gobierno alemán, olvide aquella historia aún reciente. La vida da muchas vueltas: ¿qué pasaría si un día (Dios no lo quiera), Alemania vuelve a encontrarse en la situación de la última postguerra?

Porque además, el problema griego no se resuelve con que “cada cual pague sus deudas” (o “pacta sunt servanda”, en latín). Cualquier jurista sabe que ese principio tiene mil matices que olvidan quienes apelan a él: deudas odiosas, deudas ilegítimas, contraídas contra el interés de la población… En todo caso, ese principio valdrá cuando el “cada cual” sea un individuo concreto. Pero cuando es un colectivo o un ente abstracto, no puede aplicarse indiscriminadamente. No vale gritar que quien debe pague, si antes no establecemos que pague quien de veras debe.

Más aún: Grecia pertenece a la ONU. Según el artículo 55 de la Carta de Naciones Unidas, cada estado tiene el deber de fomentar el pleno empleo, el aumento del nivel de vida y desarrollo económico y social. Según el artículo 103 de esa Carta Magna, en caso de conflicto entre las obligaciones de los miembros de la ONU y obligaciones contraídas por otros acuerdo internacionales, deben permanecer las primeras. ¿En qué manos estamos pues? Si nuestros gobernantes cumplen así sus obligaciones internacionales primarias ¿cómo se atreven a exigir que las cumplan los demás respecto a ellos? Luego nos acusan de “no tener sentido europeo”. Quizá quienes no lo tienen son esos que acusan. Porque a lo mejor lo que tiene la gente es un gran sentido europeo y, por eso, abomina de esta Europa tan lejana de lo mejor de ella misma.

En Grecia, España, Portugal…, han pagado la deuda los que menos debían personalmente, y se han escapado de ella los que más debían y más tenían. Grecia tiene sus pecados, sin duda: no tan graves como los de Alemania que llevaron a la segunda guerra mundial. Como tiene su pecado Goldman Sachs, consejera de Grecia (y cuyo delegado para Europa era el señor de Guindos): y no sabemos que esa entidad haya debido pagar nada por enseñar a estafar.

Los pueblos (y los seres humanos) somos capaces de lo mejor y lo peor. Nuestras historias tienen páginas admirables y páginas vergonzosas. La pasión del dinero suele sacar lo peor de nosotros. Bueno sería que Alemania recuerde su pasado reciente y no vuelva a sacar lo peor de sí: porque si saca lo mejor y todo lo bueno que tiene, tendremos muchas cosas que admirar y agradecerle.

Lo mejor de Alemania es, por ejemplo, que haya sido precisamente una fundación alemana (Hans Böckler) la que ha dado a conocer los siguientes datos sobre Grecia: entre 2008-2012 los ingresos brutos cayeron un 22’6%; los salarios un 27’4% (34’6% los más bajos y sólo 4’8 en el 1% más alto). El decil de hogares más pobres perdió en 5 años el 86’4 de sus ingresos, el decil más rico sólo el 17%… Que pague quien debe, pues.

Quienes no somos alemanes y parece que tenemos esas ganas de “¡que paguen ellos, que también tuvimos que pagar nosotros!”, o deseamos dar lecciones y sentirnos superiores, deberíamos preguntarnos si nos parecemos a un personaje de otra parábola de Jesús: el hermano del hijo pródigo, tan cumplidor él,  siempre obediente a su padre, a quien recrimina porque “viene este hijo tuyo que ha dilapidado tu fortuna con prostitutas y matas un ternero para celebrarlo; a mí nunca me has hecho un regalo así”…

El padre podría haberle dicho: es verdad hijo; pero, a lo que se ve, todas esas buenas obras tuyas no te han servido para tener un corazón bueno sino para tener un corazón duro. Y yo ¿para qué quiero corazones duros? Se lo podría haber dicho pero, como también era hijo suyo, no se lo dijo. Y con ello le regaló aún más que si hubiera matado un ternero cebado. -------------------------------- 

Teólogos alemanes piden el alivio de la deuda para Grecia
"Los cristianos no vemos la historia desde la perspectiva de los poderosos. Ni desde la perspectiva de las "instituciones" o desde la perspectiva del gobierno alemán o del señor Schäuble. Tampoco miramos las situaciones desde la perspectiva de la oligarquía griega o de los bancos: Dios promete justicia a los pobres y débiles. Es nuestro deber hacer cumplir los derechos de los pobres. (Ex 3,7-8)"
En Grecia estamos viendo actualmente cómo se exprime sin igual a los pobres, desempleados y necesitados. Es hora de hablar de las consecuencias de las políticas que la UE, impulsadas especialmente por nuestro gobierno federal, está imponiendo al pueblo griego. Cada pago de ayuda a Grecia beneficia hasta el momento en un 80% a los bancos y a los inversores financieros y, al mismo tiempo, está sujeto a unas condiciones durísimas: recortes de pensiones, aumentos del IVA, privatización de los bienes públicos o reducción de los plazos de preaviso en caso de despidos. 
La reforma del sistema de sanidad ya ha provocado el cierre de hospitales, hasta un tercio de la población no dispone de la cobertura de la Seguridad Social, la tasa de desempleo es del 30% y la pobreza abierta y encubierta se está extendiendo con una rapidez alarmante. En este momento, el FMI exige la reducción de los salarios y nuevos recortes en los derechos de los trabajadores y las trabajadoras. Sistemáticamente se han ido anulando los derechos sociales y humanos fundamentales con las imposiciones de la “Troika”, tal y como ha criticado incluso la Unión Europea.
 “Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. (…) haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo.” (Lucas 6,34-35) 
Una buena vida sólo es posible si todo el mundo puede vivir. O en términos económicos: Grecia sólo será capaz de producir lo suficiente para todo el mundo si las personas no están demasiado enfermas o hambrientas para ello. En enero, el nuevo Gobierno griego había propuesto una conferencia europea sobre la reestructuración de la deuda: su idea era vincular los reembolsos de la deuda a una cláusula de crecimiento (es decir, empezar cuando exista un crecimiento económico significativo). "Si yo fuera un político griego responsable, no haría debates sobre el corte de las deudas," se mofaba cínicamente el ministro de finanzas alemán Schäuble a esta propuesta. 
Las deudas deben ser condonadas cuando no se pueden devolver y provocan miseria y pobreza. Según la Biblia la culpa del hombre ante Dios consiste en el hecho de querer cobrar inexorablemente las deudas impagables. Dios perdona al hombre su deuda que tiene con Él cuando los hombres perdonan las deudas que otros tienen con ellos. La Biblia contiene la sabiduría milenaria que se materializa hoy en Grecia: deudas impagables destruyen la vida del deudor. La oración del Padre nuestro: "Y perdónanos nuestras deudas" exige la renuncia del cumplimiento de las leyes que matan a las personas. Por la vida humana, es decir, para que los deudores puedan vivir, el Padre nuestro pide resistencia contra la ley que obliga a pagar las deudas. 
Alemania en particular deberá saber esto después de todo lo que pasó. Porque en el Acuerdo de Deudas de Londres de 1953 también nos ofrecieron un nuevo comienzo aplazando muchas reparaciones legítimas. Los políticos son conscientes del hecho de que esas reparaciones sólo se aplazaron, porque Horst Teltschik escribió en 1990 al antiguo canciller Helmut Kohl en el contexto de las negociaciones sobre la reunificación alemana: "Un reclamo de nuestros antiguos enemigos sobre las reparaciones sólo puede ser el resultado de obligaciones que formen parte de un tratado de paz (... ). Queremos evitar a toda costa asumir ese tipo de obligaciones." ¡Por eso en ese momento no se firmó ningún tratado de paz formal! ¡Así es cómo actúa Alemania frente a los pagos de su deuda y de su responsabilidad histórica! 
 En el año 2000, las iglesias cristianas exigieron una condonación de la deuda para los países del Tercer Mundo. Hoy en día, cuando se trata de nuestra propia casa europea callan, aunque la condonación de la deuda griega sería un paso necesario si se siguen criterios cristianos y económicos. Se callan porque se meterían con los especuladores y, aunque después de todas estas crisis financieras y de deuda de los últimos años y sus efectos sociales devastadores sería lo más razonable atacar a este capitalismo neoliberal y a la política de austeridad europea. 
No nos engañemos: Si permanecemos en silencio en el caso de Grecia, aumentará la devastación y no se podrá combatir esta política de empobrecimiento y la miseria en los próximos años. 
Nosotros, cristianos de diferentes iglesias, exigimos una conferencia europea sobre la deuda, para que no se sacrifiquen la democracia y el estado social a los inversores financieros. ¡Exigimos a nuestro gobierno y a la UE que condonen la deuda a Grecia y que abandonen esta política devastadora de empobrecimiento! 

Initial signatories: 
Professor emeritus Franz Segbers, professor of social ethics at Marburg University 
Dr Kuno Füssel, theologian and mathematician, Andernach 
Dr Michael Ramminger, Institute for Theology and Politics / Münster 
Prof. Ulrich Duchrow, Heidelberg 
Werner Gebert, retired priest, Group for an ecumenical future (Plädoyer für eine ökumenische Zukunft) 
Priest emeritus Norbert Arntz, Kleve 
Ulrich Schmitthenner, retired priest 
Dr Katja Strobel, theologian, Frankfurt am Main 
Prof. Hermann Steinkamp, Münster 
Prof. Franz Hinkelammert, Costa Rica 
Günther Salz, former chairman of the Catholic Workers’ Movement (KAB) Diocesan Association Trier, Engers 
Dr Julia Lis, Institute for Theology and Politics / Münster 
Carl-Peter Clusmann, retired Catholic priest, Dortmund 
Prof. Stylianos Tsompanidis, Professor of ecumenical theology / Thessaloniki, Greece 
Dr Paul Petzel, Grammar school teacher in art and religious education, Andernach 

Traducción: José Luis Martínez 
Fuente: http://www.itpol.de/?p=1761 
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