Las traiciones "más traicioneras" son esas que ejercemos sobre nosotros mismos, sobre nosotras mismas. Hechos –creados si se quiere– para la libertad, la creatividad, el gozo, la ternura y la entrega, nos empeñamos en encadenarnos a esas cosas sobre las que deberíamos reinar, homogeneizamos nuestra amargura y nuestro pensamiento convirtiéndonos en seres irascibles y competitivamente gélidos, capaces de vendernos a nosotros mismos, no por 30 monedas de plata, sino por mucho menos.
Todos llevamos dentro un "judas" dispuesto a darnos el beso de la traición, hay que comprenderlo, al "judas", aceptarlo, pero a la vez rechazarlo enérgicamente. Al menos esto es lo que creo.
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