
Cuando escucho, primero, no digo tonterías y, segundo, puedo aprender –y aprehender– algo nuevo. Cuando no escucho al otro y tan sólo le "oigo", posiblemente me estoy preparando para responderle desde mis prejuicios y manipular su discurso. El resultado es curioso y vacuo cuando ocurre con ambos interlocutores.
1 comentario:
¡Muy acertado comentario!
¡Te seguiré escuchando!
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