Cuando las empresas sólo piensan en "llenarse los bolsillos" lo antes posible, se crean modelos de desarrollo con "pies de barro" y, por supuesto, insostenibles medioambientalmente e injusto en la redistribución de los beneficios. Ahora, aquellos que se han forrado privadamente con el ladrillo, se echan a llorar porque hay crisis en la construcción y exigen al gobierno de turno que les "ayude", con el dinero de todos los contribuyentes, a capear –muy torera la palabra– esta época de vacas flacas. ¿Estamos locos o somos gilipollas? ¡Se privatizan los beneficios y se socializan las pérdidas! Negocio redondo.
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