lunes, 16 de mayo de 2011

EL 15 DE MAYO A LA CALLE, QUE YA ES HORA DE...

"¡A la calle! que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.
"
Gabriel Celaya animaba así a poner a "España En Marcha". Para dejar de ser zombis de la democracia que van a votar desencantados o no van a votar, el 15 de mayo se han convocado multitud de manifestaciones en toda España. Abajo te coloco información por si te interesa. Ver también mi entrada anterior: "La papeleta de la democracia"
 
No somos mercancía en manos de políticos y banqueros, pasa este mensaje.

Como sabes, llevamos mucho tiempo quejándonos y sufriendo una situación insostenible en nuestro país. Corren ríos de tinta sobre lo que está ocurriendo aquí y a nivel mundial, y también sobre las posibles reacciones para la gestión de la crisis en favor de la sociedad y no de los llamados mercados. Enumerar ahora la cantidad de problemas que tenemos, fruto de la desaparición de derechos del ciudadano a favor de las grandes corporaciones bancarias y otras multinacionales, que está llevándonos hacia la total indefensión frente a estas mismas, ocuparía mucho espacio.
Catedráticos de economía, filosofía, sociología, diversas personalidades como premios Nobel, así como las entidades comprometidas con un mundo mejor, anuncian que esto puede durar años si los dirigentes, tanto políticos como financieros, no invierten en el ser humano y en sus necesidades reales para cambiar una gestión que apoya la especulación en cada ámbito de nuestras vidas.
Cada día somos testigos o víctimas del avance de esta situación:
gente sin trabajo, mayores abandonados, madres y padres sin derechos, gente en la calle, extinción paulatina de la salud pública y la educación, etc.
Cada día, millones de personas en todo el mundo se preguntan qué pueden hacer y por qué no estamos unidos en esto para llamar la atención de la clase política en general; que no pueden venderse y vendernos, y dejar de trabajar para la ciudadanía, legislando a favor de las grandes corporaciones bancarias.
Para llamar la atención sobre esto, se ha convocado en toda España una manifestación ciudadana apartadista y asindical para que no sean las banderas las que nos separen y sí los sentimientos y la condición humana lo que nos una. En los últimos años, en España sólo hemos salido a la calle cuando se dieron los más graves problemas (asesinatos, guerras...) pero nunca hemos salido juntos de la misma forma, sin distinción de ideologías políticas, creencias religiosas o nacionalidades, por el bien común.
Creemos que este es el momento de buscar lo que nos une y no lo que nos separa. Juntos ciudadanos en activo y en paro, jubilados, trabajadores de todos los sectores profesionales y clases sociales, estudiantes, sin distinción ideológica, creencia ni nacionalidad. Salgamos a la calle por otro estado español posible y necesario. Reivindiquemos a la clase política que trabaje con responsabilidad a favor de toda la ciudadanía en su conjunto. Y para eso nos tienen que ver unidos sin diferencias, haciendo un ejercicio de responsabilidad democrática que nosotros también tenemos como ciudadanos.
Lo que está ocurriendo no es una cuestión de siglas. Tenemos un papel en esta democracia todos sin exclusión.
Es el momento de que nuestra clase política, a una semana escasa de las elecciones locales antes de las próximas elecciones generales, sepan que los ciudadanos podemos exigir transparencia, responsabilidad, bien común y que estamos dispuestos a reivindicar nuestros derechos de forma pacífica y exigimos que se trabaje en pro del bien de todos los ciudadanos.
Lo haremos el 15 de mayo a las 18 de la tarde en la mayoría de las ciudades españolas bajo un mismo lema "Democracia real: no somos mercancía en manos de políticos y banqueros". Únete y comprueba que se pueden hacer grandes cosas desde la unidad: la individual y la colectiva. Los ciudadanos tenemos un papel en las urnas, pero también en la calle, la verdadera unión de todos.
Convocan: asociaciones vecinales, plataformas ciudadanas, asociaciones profesionales, asociaciones de estudiantes, asociaciones de parados, asociaciones de inmigrantes, ongs, organizaciones apolitícias y asindicales, etc.
Consignas: no habrá banderas de corte político ni sindical. Tanto en las pancartas de cabecera, como en las lecturas de manifiestos sólo habrá ciudadanos anónimos no adscritos a partidos políticos ni sindicales y ninguna persona famosa por ningún motivo representará a esta Plataforma ciudadana.
Si estás de acuerdo, acude y pasa este correo a tus contactos.
Plataforma ciudadana Democracia real YA
Página web: http://democraciarealya.es/
Evento en Facebook 15 de mayo: ¡toma la calle!: http://www.facebook.com/event.php?eid=170278529687744

Página en Facebook Democracia real YA: http://www.facebook.com/pages/Democracia-real-YA/116291108447508
Twitter: #democraciarealya
Tuenti
Correo electrónico: contacto@democraciarealya.es

¿ESTÁ HARTO DE LOS POLÍTICOS? ¡ATRÉVASE A VOTAR EN BLANCO!
José L. Lobo.
Es probable que usted esté harto, incluso más que harto, de los políticos. Pero eso, créame, no le convierte en un antisistema; todo lo más, en un ciudadano/contribuyente/elector muy cabreado. De hecho, el problema que más preocupa a los españoles, tras el paro y la crisis económica, es la clase política, según revela el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Y motivos para el desencanto, ciertamente, no faltan. Nuestros líderes -y no sólo ellos: la mediocridad es un virus que carcome todos los niveles del entramado político-, lejos de alentar esa primavera democrática imprescindible para regenerar de arriba abajo el sistema, parecen empeñados en ahondar más si cabe la grieta que los aleja de la masa de potenciales votantes.

No a todos, por supuesto. Un militante del PSOE de probada fidelidad a esas siglas e inmune a los bandazos, recortes y sacrificios impuestos por José Luis Rodríguez Zapatero en esta legislatura seguirá votando socialista por mucho que su líder -o precisamente por eso- eche toda la culpa al PP, sin el menor asomo de rubor o la más leve autocrítica -¡hace falta tener cuajo!- de la errática legión de casi cinco millones de parados que se agolpan como zombies en las oficinas de empleo. Y un votante confeso del PP, con tal de arrojar al PSOE al fuego de la oposición, mirará hacia otro lado cuando Mariano Rajoy pase de puntillas, sin mojarse ni arriesgar, sobre la sentencia del Constitucional que abre a Bildu las puertas del 22-M, con el argumento de que quiere centrarse en "los verdaderos problemas de los ciudadanos", como si éstos fueran robots que, desprovistos de principios, ideales y memoria, sólo respondieran a estímulos económicos.

¿Dejaría de votar al PNV un jeltzale de toda la vida después de escuchar al líder de su partido, Iñigo Urkullu, reconocer públicamente que "para favorecer la legalización de Bildu hemos hecho lo posible y lo imposible, hemos hecho cosas que se pueden contar y otras que no", admitiendo implícitamente que se han puesto en práctica inconfesables y oscuras maniobras -¿sobre los jueces del Constitucional?, ¿sobre el Gobierno?- para forzar la ajustada sentencia final? La respuesta, muy probablemente, es no. ¿Será castigado en las urnas Francisco Camps por aceptar regalos de una trama corrupta, adjudicar irregularmente contratos millonarios, mentir públicamente en las Cortes Valencianas y estar a punto de sentarse en el banquillo? Todo lo contrario: por mucho que miles de valencianos se avergüencen de tener a un presidente de la Generalitat bajo sospecha, Camps revalidará con creces el 22-M su ya aplastante mayoría absoluta.

Asqueados de la 'partitocracia'
Pero, ¿qué salida tienen los ciudadanos asqueados de esta partitocracia que tiene poco menos que secuestrada nuestra democracia? ¿Cómo pueden expresar su rechazo a un sistema de partidos endogámico, de listas cerradas, disciplina de voto, adulación al líder, cuentas opacas, corrupción rampante y en el que no siempre encuentran acomodo los más brillantes, sino los más dóciles y serviles con los aparatos? ¿Por qué conformarse con la tibieza de un Rajoy, la estulticia de un Zapatero, la prepotencia de un Francisco Álvarez Cascos o el populismo castizo de una Esperanza Aguirre a la hora de depositar el voto? ¿Por qué resignarse a la abstención -legítima, pero poco comprometida- o a votar con la nariz tapada a un candidato con el único fin de cerrar el paso al candidato rival, tal vez más mediocre y corrupto que aquél?

Leer a José Saramago puede ser un buen antídoto contra la desesperanza para aquellos que, sintiéndose demócratas y queriendo ejercer su derecho al voto, no se ven representados por una clase política de la que, en general, abominan. En un pasaje de su Ensayo sobre la lucidez, el Premio Nobel portugués lanza este afilado dardo: "El sistema democrático tiene una bomba, y la bomba es el voto en blanco. Un cambio democrático puede nacer del uso consciente, muy consciente, del voto en blanco. Eso sería darle un susto, un susto tremendo al sistema electoral. A mí me gustaría que la ciudadanía le diera un susto muy fuerte a la clase política con el voto en blanco. Así se tenga el 80 por ciento de abstención, el sistema seguirá funcionando; pero, ¿qué ocurriría, qué haría un gobierno si se encuentra con un 80 por ciento de votos en blanco?".

Esa es la pregunta: ¿Podría mirar hacia otro lado nuestra clase política y fingir que no ha pasado nada si los ciudadanos le dieran en las urnas un voto de castigo de esa magnitud? ¿Serían capaces los aparatos de los partidos de contener una marea de indignación cívica de tal calibre y seguir guardando bajo siete llaves la reforma de la Ley Electoral? Según nuestro sistema electoral, basado en la fórmula D'Hondt, el voto en blanco se contabiliza como voto válido, pero no computa a la hora del reparto de escaños. Los detractores del voto en blanco sostienen, erróneamente, que esta opción beneficia a los partidos mayoritarios. Nada más lejos de la realidad: si acaso son las formaciones minoritarias las que pueden resultar perjudicadas para pasar el corte del 3% o el 5% de los votos -según los casos- que les dé representación institucional.

En las últimas elecciones celebradas hasta la fecha -las autonómicas catalanas del pasado mes de noviembre-, el voto en blanco alcanzó su máximo histórico, rozando el 3%. Un porcentaje nada desdeñable, pero insuficiente para inquietar a la clase política. Y mucho menos para forzar a los partidos mayoritarios a impulsar una reforma de la Ley Electoral que va en contra de sus intereses tribales: que los votos en blanco se traduzcan en escaños -vacíos, por supuesto- en el Parlamento. Puede parecer una utopía, pero alcanzarla sólo depende de usted. ¿Se atreve?

*Con la autorización del autor, periodista político de elconfidencial.com

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