Con un lenguaje claro, ameno, cercano, realiza un análisis de las causas y consecuencias de los grandes problemas medioambientales, denunciando a los responsables y proponiendo caminos para superar este enorme y decisivo reto. Los dos primeros número resumen perfectamente de qué va el resto de la encíclica:
“Laudato Sí’, mi’ Signore” – «Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba ». (LS, 1)
Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura. (LS, 2)
Tras “reconocer la grandeza, la urgencia y la hermosura del desafío que se nos presenta” y que las líneas de acción “involucran tanto a cada uno de nosotros como a la política internacional” (LS, 15), el papa Francisco propone como ejes transversales: “la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida.” (LS, 16)
Destaca a la EDUCACIÓN como una herramienta imprescindible para que la humanidad “cambie de rumbo” y para desarrollar ”la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos” (LS, 202) Es necesario un cambio en el estilo de vida que llegue a “ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social” (LS, 205), y esto se hace fundamentalmente cambiando nuestros hábitos de consumo, lo que resulta muy difícil, sobre todo para los jóvenes que, a pesar de tener mayor sensibilidad ecológica y un espíritu generoso, “han crecido en un contexto de altísimo consumo y bienestar que le vuelve difícil el desarrollo de otros hábitos”. Por eso, sigue diciendo el papa, “estamos ante un DESAFÍO EDUCATIVO”. (LS, 209)
OTRO ANÁLISIS INTERESANTE DE VARIAS ONGS CRISTIANAS, aquí.
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