viernes, 15 de abril de 2011

ECLESIOLOJÍA. UNA VISIÓN MUY SERIA SOBRE LA IGLESIA.

Si alguien desea echarle un vistazo a un libro que escribí y dibujé hace ya casi 10 años, pero que conserva plena actualidad, lo acabo de colocar en ISSUU. Es una visión sencilla y a la vez profunda, en clave de humor-amor, de la historia y avatares de una iglesia que, en demasiadas ocasiones, se ha olvidado de dónde viene y a dónde debería ir, prostituyéndose con los poderosos de turno y persiguiendo a sus mejores creyentes. En fin... Como decía doña Modesta, la voluntaria de la limpieza en mi parroquia:
Os dejo a continuación el Prefacio de Pedro Casaldáliga y mi Presentación del libro.

Un prefacio en serio
Es normal que un prefacio o un sermón o cualquier actividad de un obispo vayan en serio. Serios somos los obispos...
También es normal que un tratado sobre eclesiología vaya en serio. Los asuntos sagrados en serio deben tratarse: ¡Dios es presumiblemente serio! Así nos lo han hecho creer.
Este libro de Nano sobre eclesiología va en serio también, pero en broma, con una deliciosa guasa evangélica de quien cree familiarmente lo que dibuja y anuncia. ¿No es buena noticia el Evangelio? ¿La buena noticia de la Vida y la Liberación, la entrada total de Dios en nuestra Humanidad, esa universal tertulia de seguidores y seguidoras de Jesús, que es, o debería ser, la Iglesia, todo eso no da alegría, no despierta exultación, no suelta las almas y los cuerpos?
Dios va en serio, pero es alegre. En serio va la eclesiología de Nano, pero con broma, con esa “jota” saltarina que quiere hacer coro a la incontable muchedumbre que ya está en el banquete de la Gloria y a la creciente muchedumbre que, a pesar de todos los pesares, peregrina en esperanza, llena de la “sobria ebriedad” del Espíritu.
Yo había dicho en no se qué ocasión que el Espíritu Santo es el buen humor de Dios. Y unas misioneras bien humoradas recogieron la frase en una tarjeta postal, de propaganda vocacional además, al pie de una compañera montada en una briosa mula, parienta venida a más de la jumentilla aquella que Jesús montó en el primer Domingo de Ramos.
Lo cierto es que, incluso en el más ortodoxo de los catecismos, “el gozo y la paz” son “frutos del Espíritu Santo”. Nietzsche, decepcionado, nos pedía a los cristianos una “cara de Pascua” que correspondiese a la fe pascual que profesamos. Y nuestros ancestrales decían, con razón, que “un santo triste es un triste santo”.
Dogmas y códigos, excomuniones y leyes, cortapisas y advertencias, ya los tenemos en abundancia, con reservas para muchos años. Fáltanos ahora crecer en la alegre ternura de la acogida, en la misericordiosa comprensión del Buen Pastor o del Padre/Madre de la muchachada “pródiga”, en el estímulo, en la libertad, en el saludable riesgo de la gran aventura del Reino de Dios.
Fernando Bernabé López, que es el “Nano” (“nano” en mi catalán significa mozalbete), el Nano, digo, que nos ofrece este libro —después de haber prestado otros muy buenos servicios de evangelización con sus tiras— escribe eclesiolojía con jota, en broma, pero escribe muy seriamente. Trátase de un verdadero compendio, pero propio para los tiempos apresados que corremos hoy. Siguiendo un esquema lógico y actual y condensando un libro del teólogo Juan José Tamayo Acosta: “Iglesia profética, Iglesia de los Pobres”. Desde los varios modelos de Iglesia y los diferentes carismas y ministerios hasta el desafío siempre mayor del seguimiento de Jesús y la gran profecía-servicio del Reino. Siendo Pueblo de Dios en Cristo, que eso es la Iglesia, y optando siempre por los pobres, que esa es la opción de Jesús.
Una eclesiología para la calle, muy logradas todas las tiras, algunas geniales, siempre oportunas y con miga, con aquella sal de que hablaba el Maestro. Una eclesiología que critica con mucho amor-humor a la Iglesia de Jesús, que también es Nano (aunque sea en la milmillonésima parte que a un “nano” le corresponde) y que también somos nosotros y nosotras, los que lo seamos. Porque precisamente por ser Iglesia y porque amamos la Iglesia como cosa de Jesús de Nazaret y de su Padre y de su Espíritu, podemos y debemos criticarla y mejorarla, criticándonos y mejorándonos. El día en que no se permitiera, ancha y largamente, el buen humor y la autocrítica en la Iglesia, la Iglesia habría dejado de ser una comunidad fraterno-sororal, una comunión de esperanza pascual realizándose, una koinonía de liberación.
Así como decimos que ya basta de represión e involución, queremos que ya baste de irritación y amargura. ¡”Gaudium et Spes”, de ahora en adelante!. Alegría y Esperanza, en medio del dolor humano, ya lo sabemos, y luchando contra la injusticia y arriesgando el sosiego y la piel; pero creyendo, confesando y cantando el encuentro vivo con el Dios Amor y el programa revolucionario de su Hijo, nuestro Hermano Jesucristo, el Resucitado.
En tu correo electrónico del 12 de mayo de este año (que puede ser cualquier año del tiempo humano) decías, Nano, acertadamente: “La primavera sigue y Pentecostés está a la vuelta de la esquina...!Esto no hay quien lo pare!”
Nano, gracias, majo. ¡Y dale! ¡Sigue evanjelizando con jota!

Pedro Casaldáliga,
obispo de capa caída de São Félix do Araguaia


Presentación
Para dejar las cosas claras desde el principio y evitar malos entendidos, os digo que estas páginas son un “hermano menor y alocado” del libro que Juan José Tamayo Acosta publicó en la editorial Trotta allá por el año 94, bajo el título “Iglesia profética, Iglesia de los pobres”, el cual era el segundo de la serie “Hacia la comunidad”. Por tanto, tengo que agradecer a Juan José y a Trotta su excelente disposición para dejar que me aproveche de tan valioso material, a partir del cual he extraído la mayoría del texto que figura en el libro.
Mi labor “textualmente”, se ha limitado a resumir, extractar, adaptar y, en contadas ocasiones, a añadir. Ahora, eso sí, cualquier responsabilidad derivada de lo que aparece en el texto debe recaer sobre mi cabeza y las numerosas canas que en ella blanquean.
Sin embargo, en lo que atañe a los dibujos, ya es otro cantar. De ellos, y de todo lo que esté relacionado con ellos, soy padre y madre. Estos dibujos no son simples garabatos que sirven para adornar el texto; son “golpes de humor” extraídos del contexto, con los que se pretenden clarificar las ideas e intuiciones más importantes que aparecen en el libro. Son, o pretenden ser, auténticas ilustraciones, en el sentido que las define el diccionario de la Real Academia Española: “dar luz al entendimiento”, o bien, “aclarar un punto o materia con palabras, imágenes, o de otro modo”. En no pocas ocasiones, también se convierten en un pre-texto para profundizar y resaltar determinados aspectos o perspectivas de la cuestión que abordan. En suma, se trata de un humor serio que aspira a hacer más atractivos y cercanos los temas que se tocan en el libro.
Y aquí llego a lo nuclear en la génesis de este tipo de publicaciones: la necesidad urgente e importante de socializar —sacar de la esfera privada elitista del conocimiento especializado— todas aquellas cuestiones que nos atañen como personas y como creyentes. ¡Y qué mayor cuestión que la de ser y sentirse iglesia!…
La socialización del conocimiento la defino como un divulgación de calidad, para distinguirla de aquella otra a que tan acostumbrados nos tienen los medios de información, donde la superficialidad y la chabacanería impregnan la dinámica divulgadora de noticias, acontecimientos y “reflexiones”. Socializar, por tanto, implica llegar a la “gente de a pie” o, al menos, salir de los círculos elitistas, de una manera seria, profunda, pero a la vez sencilla, creativa, atractiva y cuestionadora. Con mis modestos conocimientos de teología —apoyados en los escritos de Juan José Tamayo—, con mi carisma de dibujante humorístico y con ciertas habilidades en el manejo del diseño gráfico, es lo que he pretendido hacer con el presente librito “ECLESIOLOJÍA: Una visión muy seria sobre la Iglesia”. No puedo asegurar que lo haya conseguido. Las personas que lo lean y... lo vean me darán la respuesta, sobre todo aquellas que aún no se han atrevido a abrir esos “tochos” sobre Eclesiología que “sólo” contenían letras difíciles de digerir. No podré recibir mejor regalo que el de que este libro se convierta en un instrumento de socialización sobre ese árido y difícil tema del estudio de la Iglesia. Por eso también estoy dispuesto con sumo gusto a recibir todas aquellas críticas que me puedan ayudar a realizar mejor esta labor divulgadora.
Por último, he de confesaros que, en contra de lo que puedan dar a entender ciertos chistes que tal vez resulten un tanto “fuertes” para ciertos hermanos en la fe, por su mordacidad o ironía, he trabajado este tema con un amor profundo hacia la Iglesia, procurando ser fiel a mi condición de bautizado y a mi humilde búsqueda como discípulo de Jesús. El amor y la crítica creativa van tan íntimamente unidos —también y ¿tan bien? en este libro—, que no se pueden dar el uno sin la otra y viceversa.
Paz, fuerza y gozo.

Fernando Bernabé López (Nano)
Murcia, Cuaresma de 2002.

2 comentarios:

Juan Carlos Partidas dijo...

Nano, estuve viendo tu libro y la verdad es que me encantó. Tus reflexiones me parecen muy acertadas y venidas desde un punto de vista muy cristiano, con críticas pero sin burlas, como puede hacerlo alguien que ama su fe, pero ve que ciertas cosas no son como deberían.

Ya volveré para seguir disfrutando el libro. Gracias por compartirlo con el mundo.

Saludos.

Nano dijo...

Se agradece, Juan Carlos, tu comentario, y más viniendo de un humorista tan interesante como lo eres tú.
Un abrazo.